A 63 años del embate del huracán Hilda al sur de Tamaulipas, la herida sigue abierta para miles de personas que vivieron aquella tragedia.
“El río llevaba pedazos de casas, animales, personas muertas”, recuerdan los sobrevivientes.
Lo cierto es que a estas alturas, la cifra de fallecidos es todavía un misterio pues nunca se hizo un conteo oficial, aunque algunos historiadores hablan de hasta 12 mil víctimas mortales en la región del sur de Tamaulipas y el norte de Veracruz.
“Hilda” se ensañó con la gente que habitaba en la desembocadura del Pánuco, la del Tamesí, el sistema lagunario.
Tras su contacto con tierra, estaban destruidas las instalaciones portuarias y buena parte de Tampico, ya estaba bajo el agua.
Pero todavía no pasaba lo peor: el nivel de las inundaciones fue en aumento y la contingencia se convirtió en una crisis humanitaria.
Los tres niveles de gobierno, estaban rebasados. Pronto empezaron a escasear los alimentos, el agua potable, las medicinas.
Entonces arribó a Tampico el portaaviones USS Saipan y dos aviones Curtiss C-46 cargados con 15 toneladas de alimentos, agua y medicinas.
Después arribó el Capitán Costello, comandando a 143 marines y pilotos, tres aviones de carga y diez helicópteros.
Provenientes de Harlingen, los aviones aterrizaban en el aeropuerto de Tampico y los helicópteros repartían los víveres en las zonas más afectadas.
La ayuda era insuficiente y desde Estados Unidos se autorizó el envío de 83 toneladas de comida y medicamentos, además de dos hospitales móviles, 11 doctores navales, 21 paramédicos y 14 helicópteros más.
Por eso, hay una generación entera de tampiqueños, que entonces eran niños y, que hoy recuerda con admiración, el gesto de la Marina estadounidense.
Adultos que hoy rebasan los sesenta años y, que no puede olvidar el dolor que vivieron, en aquellos días aciagos.