CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- En el altiplano tamaulipeco, donde las temperaturas rebasan los 40 grados centígrados en el ardiente verano, la falta de lluvias y la aridez del suelo dejan una sola opción para sobrevivir a sus habitantes: el tallado de lechuguilla en largas y agotadoras jornadas de trabajo.
Es un rudo esfuerzo de sol a sol, que apenas permite producir unos cuantos kilogramos por familia.
El ixtle que se obtiene con el tallado de este agave que crece en los lugares mas recónditos alcanza un precio magro de 26 pesos el kilo en un mercado cerrado y sin opciones.
Los lugareños cuentan que la sobre explotación y los incendios forestales casi han acabado con los plantíos de lechuguilla y cada vez tienen que recorrer distancias mas largas en el desierto para encontrar la planta que es su medio de subsistencia.
La región del altiplano tamaulipeco es de contrastes. El pintoresco paisaje se integra de pastizales y cactos, rodeado de montañas que en sus puntos mas elevados tienen bosques de pino donde las nevadas son recurrentes en el invierno.
En los poblados de calles empedradas y casas de adobe, la vida se complica por la falta de los servicios más elementales: no hay drenaje, ni servicios de gas, apenas tienen electricidad y es casi permanente la carencia parcial y en ocasiones total del elemento más indispensable: el agua.
Sus habitantes no cuentan con muchas opciones para sobrevivir y sacar el sustento diario y por eso tienen que recurrir a las pocas oportunidades que les da el desierto y la principal es la lechuguilla.
Gran parte de los jefes de familia y sus hijos varones de municipios como Miquihuana y Bustamante empiezan su extenuante rutina a las cuatro de la mañana y terminan a la hora en la que se apaga la luz del sol, entre 18:00 y 19:00 horas.
“Todos los días mi hijo Leunides sale de aquí a las cuatro de la mañana y regresa con dos “colotes”cargados de lechuguilla que después tallamos”.
El hijo de María Alfega y José Santos Pérez, tiene poco más de 20 años, con su carrera universitaria trunca. “Cuando mis padres tuvieron un accidente me tuve que regresar, yo estudiaba la carrera de Ingeniero Agrónomo en Ciudad Victoria”, asegura.
Por la falta de recursos ya no pudo regresar a terminarla, aunque sabe bien que en el ejido no hay mucho futuro por delante y se ha propuesto que a la primera oportunidad regresará a Victoria para conseguir empleo en una maquiladora.
El trabajo con la lechuguilla es largo, requiere de un trabajo de sol a sol que inicia con la recolección, transporte, selección de la planta, su tallado, limpiarlo de espinas y su venta directa a las empresas que lo procesan o en las tiendas de Diconsa.
El precio por kilo del producto es de 26 pesos si se talló en máquina y si el proceso se hizo a mano, suele alcanzar los 28 pesos.
“El trabajo a mano se paga mejor porque la fibra tiene un mejor grosor y así se puede aprovechar más el producto” dijo Tito Molina Quiñones, el encargado de la tienda Diconsa 550, ubicada en la colonia agrícola la Peña.
En la bodega de la tienda almacenan la lechuguilla que los jefes de familia intercambian por víveres.
Así se cierra el circulo de una economía raquítica que apenas da para aliviar el hambre a familias que durante décadas han vivido en la pobreza extrema.
Diconsa concentra la materia prima que después traslada a Santa Catarina SA de CV, un establecimiento que funciona en el municipio Doctor Arroyo, municipio de Nuevo León. La empresa se encarga de comercializar productos de ixtle que son utilizados en la industria textilera para la fabricación de cuerdas.
LA CAPITAL DE LOS LECHUGUILLEROS
Uno de los ejidos con mayor producción del ixtle es el de Estanque de los Walle, ubicado a 15 kilómetros de la cabecera municipal de Miquihuana.
El camino que conduce a la comunidad rural serpentea a través de montañas y de llanuras áridas.
Recientemente se construyó una carretera que conecta la carretera Victoria – San Luis con los municipios de Doctor Arroyo en Nuevo León y Matehuala en San Luis Potosí.
El ejido es el mayor productor de ixtle en toda la región, a pesar de la escasez de la planta.
“Tenemos que ir a otros ejidos en la sierra para encontrarlo porque en esta zona ya se acabó” dio
Leunides mientras apuntaba con el dedo tres colotes apilados con la colecta del día.
“Lo usamos para hacer mecates, colotes, pecheras, cepillos que gente como mi papá sabe hacer”.
José Santos Pérez tallaba lechuguilla en una máquina que adquirieron mediante un convenio con la empresa Santa Catarina SA de CV. Ellos pagaron la mitad y la empresa les ayudó con el resto.
Detuvo la máquina para entrar a su casa por una muestra de los cepillos que venden bajo pedido o que entregan a las tiendas de Diconsa.
“Es un trabajo que se lleva gran parte del día, hecho totalmente a mano”. “De vez en cuando vienen personas a pedirme unos cuántos pero no quieren pagar mucho por ellos, dicen que 20 pesos es mucho por cada uno”.
El proceso final del ixtle se aprecia en las tiendas de Diconsa, ya convertido en mecates y cepillos. El precio por cada uno aumenta a 25 o 30 pesos en los estantes. Don José tarda aproximadamente un día completo en hacer unos cuántos cepillos.
La producción promedio por semana de la familia Santos es de 50 kilogramos de lechuguilla, cifra que aumentó con el uso de la maquinaria facilitada por la empresa Santa Catarina. Con la máquina basta poner las pencas de lechuguilla que muele la pulpa de la planta y sólo deja las fibras de ixtle.
“Todavía falta limpiarlas de las espinas, porque tienen bastantes y no las quieren con espinas. Ese es otro trabajo”, aclara María Alfega.
Mientras apagan la máquina se aprecia que se desperdicia la mayor parte de la planta, restos que no se pueden utilizar para otro fin.
“Los restos de la lechuguilla no los puede comer ningún animal, ya que las espinas los pueden reventar por dentro, entonces lo tiramos todo porque no sirve para nada”.
En la entrada al Estanque los Walle se aprecian los montones de desperdicios ya secos por el sol, en un camino de terracería recientemente arreglado con maquinaria y con piedra comprimida. El paso de los vehículos dejan rastros de polvo por todos lados debido al clima seco.
Y es una de las principales demandas que reclaman sus habitantes es el agua. En tinacos de diferentes tamaños y con emblemas de dependencias gubernamentales, almacenan el poco líquido que tienen y que obtienen de zonas aledañas.
“A veces tenemos que ir hasta la cabecera a surtirnos, si no lo hacemos no tenemos ni para el consumo”, dijo Leunides.
En pleno sol del mediodía, el calor de los rayos calientan más por el clima árido del lugar, aunque la altura favorece para que las temperaturas no se disparen.
El Estaque los Walle es conocido por ser el principal productor de lechuguilla y por los productos que elaboran con sus fibras. En otros lugares como la colonia agrícola La Peña son pocas las familias que se dedican a recolectarla y tallarla.
Las remesas de los familiares que trabajan en Estados Unidos les ha permitido dedicarse a otros giros, como la venta de productos, de víveres sobre todo.
Pero en el Estanque los Walle es una forma de ganarse el sustento diario. Cada hogar reúne a la familia durante todo el día para seleccionar y tallar la planta, para limpiarla. Mientras platican, mientras conviven, mientras hacen la vida entre las plantas apiladas en “colotes”y los restos de la pulpa que separa la máquina.
Una vida de largas jornadas de trabajo pero con poca remuneración. El verdadero negocio, aseguran los productores, lo tiene la empresa Santa Catarina en Doctor Arroyo, Nuevo León, que aprovecha el ixtle para diversos rubros, principalmente para la industria textil.
“Ellos son los que se llevan todo, pero nosotros hacemos el trabajo más difícil. Pero la planta ya no se encuentra tan fácil, no sé que pasará con todos nosotros cuando se acabe por completo”.
Los mecates, las reatas, algunos tipos de cuerdas de mayor grosor, costales, bolsas, fibras de limpieza entre otros productos de uso diario usan como materia prima el resistente ixtle que produce la lechuguilla.
En su mayoría proviene de un ejido con una población menor a los 200 habitantes, entre casas de adobe y caminos de tierra. Con parques solitarios que pocos visitan , porque gran parte del día la gente dedica el tiempo a tallar lechuguilla, y tallar en gran volumen para tener más ingresos, y comprar una despensa básica en las tiendas de Diconsa.