CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El vínculo de amistad y profundo aprecio se amarrararon desde hace muchos años con Antonio de la Cruz; Toño, el hermano de vida, con quien compartimos el periodismo como una pasión.
“Nos va ir muy bien compadre”, me dijo emocionado
-“¡Nunca olvides estas palabras cabrón!”, le respondí.
A menudo recordábamos esa expresión a manera de anécdota común en nuestros inicios en esta profesión.
En un almuerzo o una cena, y más de una ocasión la repasamos, como tarea.
¿Te acuerdas de lo que me dijiste Toño?
“Sí compadre y ya vez…” contestaba
Y luego reíamos con cierta complicidad amistosa.
Por reservado como era su característica principal, no me hubiese permitido decir el año que ingresó a El Expreso; pero diré que yo entré en 1996, después lo hizo él. Ni pensar en decir su edad en algún festejo .
Cuando con curiosidad empezaban a preguntar, había un pacto de secrecía en temas personales.
Y la empezamos a poner en práctica a manera de complicidad, cuando tres años antes de reencontrarnos en Expreso, habíamos trabajado para los semanarios; La Voz de Tula y el Debate de Hidalgo, donde Toño de la Cruz mostró desde aquellos años, su amor por el oficio en el que empezamos a aprender, porque disfrutaba salir a reportar.
Animoso, condicionaba, en nuestros recorridos por comunidades del cuarto distrito. “Yo no puedo trabajar, sin comer compadre” , decía al tiempo que soltaba la carcajada.
Recorrimos las comunidades de esa región, donde además de conocer su problemática y sus demandas nos volvimos expertos en gastronomía de su zona urbana y rural; en restaurantes, o banqueteando.
En una de tantas caminadas, fue cuando se rubricó la invitación a trabajar en Expreso por parte de Pedro Alfonso García y Francisco Cuéllar.
Toño de la Cruz en ese entonces estaba laborando en el municipio de Hidalgo y después para Expreso se vino a Ciudad Victoria.
Hombre de hogar, siempre procuraba estar para su familia; para sus hijas. Llega a decir más de una vez. “ No me puedo dar el lujo, ni de enfermarme. Por mis hijas”.
Sin duda que en esa tarea era muy dedicado y siempre bien respaldado y apoyado por su esposa Mely.
Siempre administraba su tiempo, para trabajar y llevar a sus hijas a la escuela. Eran tres pequeñas que a menudo, llevaba a la redacción del periódico.
Toño, el amigo. Era un hombre sencillo; que sin aspavientos disfrutaba sus logros profesionales y como padre de familia.
Era una persona que hablaba poco, pero que expresaba sus afectos y su experiencia en la profesión sin recato.
Pero sobre todo, su amor, por sus niñas.
Sus platicas estaban llenas de anécdotas, de lo cotidiano, del trabajo. De algunas experiencias en familia. Cómo todo buen reportero, tenía una memoria privilegiada.
Tanto presumía su inseparable libreta de reportero.
“Aquí está todo”. Y desafiaba a quienes empezaban a usar las grabadoras para las entrevistas.
Un compañero recordó que Toño en una ocasión agitaba su libreta y decía: Mira mi Rober, mientras que traiga esta libreta…el tema que me digas; aquí traigo”.
Toño de la Cruz como reportero, se especializó en las fuentes agropecuarias, tanto que se convirtió en una de las personas más enteradas sobre el tema, con cifras, datos . Qué vaciaba en extensos trabajos y reportajes.
Tenía de todo en sus famosas libretas; temas del agua, clima, precios internacionales de granos, costos por hectárea para sembrar maíz o sorgo,ganancias y hasta las deudas de productores,
Tanta era la confianza sobre su información, que más de un compañero le llega a preguntar sobre el clima para los próximos días. Lo cual siempre trata actualizado.
Como todo reportero habilidoso, cultivó una buena relación de confianza con líderes de productores para sacar entrevistas, incluso los domingos. Cuando estaba “flaca” la producción de notas. Toño, siempre mostró disposición para cumplir con su trabajo.
Cuando al día siguiente por la mañana, en la redacción veía como principal su nota publicada en el periódico Expreso. Su rostro denotaba orgullo y una sonrisa de orgullo que contagiaba.
Toño de la Cruz tenía varias cualidades; buen carácter. Sabía escuchar, y luego de hacerlo. opinaba ó aconsejaba.
Pero había un disfrute personal, que compartía conmigo como su amigo; hablar de sus hijas. Del martes que era su día de descanso y lo pasaba en familia.
Platicaba emocionado, como disfrutaba viajar al cuarto distrito, de donde es originaria la familia de su esposa con quienes convivía algunos fines de semana.
Los viajes de trabajo los presumía, porque le apasionaba lo que hacía. Para él, era una aventura que disfrutaba, así fuera al realizar el viaje más corto.
Con humildad compartía, que era un “aprendíz de reportero” por lo que siempre mantuvo el hambre de seguir aprendiendo.
Me resulta especialmente difícil hacer una semblanza de mi entrañable amigo.
Hablar de su pasado de su familia, de sus amigos. trabajos y de los sueños que cortaron manos criminales.
El martes 28, fue la última vez que tuve contacto con Toño de la Cruz. Nunca pensé que sería la última conversación.
Ayer miércoles 29, alrededor de las nueve de la mañana, Toño de la Cruz, cerró la puerta de su casa en la Colonia Puerta de Tamatán.
Su hija menor, de 23 años de edad, estaba arriba de la camioneta.
Llevaría a su hija al trabajo como lo hacía todas las mañanas.
La mayor tenía diez minutos de haber salido de su casa, con destino a su trabajo.
Después de que subió a su camioneta Renault, cinco balas calibre .40 cegaron la vida de Toño.
En el artero atentado si hija sufrió daño colateral y queda gravemente herida.
La artera agresión, no solo cimbró sus cuerpos. Si no también los sentimientos de indignación y frustración de quienes conocimos, a Toño; como le decíamos sus amigos.
Un hombre bueno, un periodista aguerrido y profesional; mejor padre y esposo y un amigo que deja un hueco enorme en nuestras vidas.
Porque fue una persona que enseñó con su ejemplo a disfrutar la vida.
Gozó cada momento con pasión para hacer las cosas… sobre todo en su vida familiar y en el periodismo.
Por ello ahora, nos rebasa la indignación al estar convencidos que la semblanza de Toñito de la Cruz, no debe terminar así, con un final manchado por sangre.
Porque un hombre bueno y un periodista destacado… Merece justicia.
Por Arturo Rosas H.
EXPRESO-LA RAZON